El cuerpo que somos es la gramática de Dios, su lengua materna. Por lo tanto, la mística de los sentidos o del momento es una espiritualidad que concibe los sentidos como el camino que conduce y la puerta que se abre al encuentro de Dios. El punto místico de intersección de la historia divina con la historia humana es el instante. No es un momento idealizado o abstracto, sino este momento concreto. El instante es el único contacto entre las infinitas posibilidades del amor divino y la experiencia cambiante y progresiva del ser humano en nosotros. La mística del instante nos remite, sí, dentro de una auténtica mística, nos enseña a hacernos presentes: ver en cada fragmento lo infinito, oír las olas de la eternidad en cada sonido, tocar lo impalpable con lo más simple , Para saborear el espléndido banquete de lo frugal y lo escaso, para embriagarnos con el perfume de la flor siempre nueva del instante.